En el parque

La tarde se viste con un manto gris
y el día comienza a llorar
a pesar de la algarabía
de los infantes gritos.
Ondas de colores
regados por doquier,
emocionadas voces
de los diminutos seres expectantes.

A la tarde se le suma
el ojo de una madre
que añora siempre serlo,
pero se pierde en la letra ausente
de un viejo cuento infantil.
Mientras aguarda sentada
en la banca funesta
“del alguna vez madre también fui”

Pelotas flotan en el aire:
Rayadas, rojas, azules,
bolas de helados y barro
hipnotizan a la melancólica madre.
Viento frío; cabellos congelados
en sus sueños despeinados.

Una rueda da mil vueltas
y la brisa dibuja una sonrisa
en la faz de la mujer
que lee una letra ya seca.
Su mueca simula alegría.
Su cuerpo yace en la banca,
pero ella viaja a mundos distantes
paseando todos sus recuerdos
entre los columpios, toboganes
y las redes tejidas entre los tubos.

Muere el día y, como siempre,
en la misma página de letra ausente
relee su tristeza de las hojas amarillentas
escuchando el festival de risas y colores.

Siempre asiste al parque
preguntando por su fantasma,
al que tanto extraña y añora.
Su entrecejo se arruga a medida
en que el niño no aparece,
¡se ha perdido entre el bullicio!
Su abrazo no fue suficiente
ni lo bendijo su caricia en la frente,
ni su beso en sus tiernas mejillas
lograron protegerle
Sus brazos no fueron largos
ni verdaderamente fuertes.
Ahora solo le queda
una foto que envejece
en la misma página amarilla,
la que tiene la letra ausente,
la que aprieta su corazón
por su infante perdido para siempre…

Juan Csernath

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