Entre Algodones

Vivimos entre tus algodones
perfumados con alcohol de farmacia

Mientras la esperma de una vela manchaba la madera
escuchábamos tus cuentos,
impávidos
tomados por la mano de la oscuridad,
sus ásperos susurros nos recordaban que éramos mortales

Luego tu ausencia,
presencia sin cuerpo
La ausencia de la voz
reafirmaba que la tristeza
también es exilio
un concepto del abandono

Hicieron mucho para que no estuviéramos solos,
pero aún así lo estuvimos

Cada quien en su cuarto
también fuimos despojados de éstos

Uno ausente desde el nacimiento,
otro ausente por elección,
una ausente por rebeldía
dos presentes
dos sobrevivientes en una isla de granito
con sus escasas cosas materiales
en un mismo cuarto por debajo de la línea del suelo

En las noches
sus voces
inventaban simples distracciones
para hacerse compañía
en la densa cámara
de la oscuridad del abandono

Vivimos entre algodones
lejos de las oraciones
No había mucha fe bajo aquel techo de tres niveles
Cristo entraba en el pecho
de eso se trataba querer creer
aunque nunca lo hubieses visto
aunque nunca la iglesia fuese tu templo
había una luz en tu pecho,
un secreto

La ausencia fue la nana de nuestra crianza
Niños eternos condenados a no ser tutelados
ni supervisados
arrojados a las fauces de los corazones oscuros
habitantes que roían una manzana

Mujeres infelices tras las puertas de los apartamentos perfectos,
vecinos que arrojaban algodones al frasco de cristal
Reían morbosamente entre dientes
Espiaban levantando láminas de las persianas
esperando una falla
un largo dedo atravesando las paredes
señalando,
-allá van los errores que viven entre algodones-
Pero el tiempo pasa,
el alcohol se evapora
la esperma de las velas pierde su color
y las manchas desaparecen

Los malos corazones también mueren
Las mujeres infelices fallecen
dejando como herencia sus tristes corazones,
y con ellos todas las mentiras
son enterradas para siempre


Juan Csernath

16.12.2018

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