Una rosa verde

Yo conocí una rosa verde de espinas y dermis,
la tuve entre mis diez dedos, capullos sin abrir.
No había despertado al mundo, ni el sol, ni la luna
arrojaban, entonces, destellos de vida sobre su tallo virginal.

Su agujero negro con final se mostraba hermoso
y allí mis ojos coloqué para que jugaran en su almanaque,
que marcaran todas las fechas consideradas importantes
y los sacara cuando quisiera mirarme al corazón
en los días donde el frío era un espíritu de vigilia.

Sus hojas crecieron, reverdecieron y se marchitaron,
y renacieron una y otra vez soportando solitarias estaciones.
Mientras, sus piernas se dejaban lánguidamente balancear
en una vieja mecedora, rechinar en el porche de la vida.
Su ir y venir, ese triste balancín, monótona visual
de la calle, aburrida silueta, final de las horas del día
a la espera que regresen los hermosos amaneceres
de las únicas, las preciosas rosas verdes que besaban
mis labios de polen; ayer, hoy…
sigo esperando con sentida melancolía.

original de janos65

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