Memoria sin archivo

Quien le teme al tiempo y su paso es quien no ha vivido,
quien no ha llenado la botella de mensajes con dichas y desdichas,
ni con conchas de amarguras, ni terrones de dulzuras
que llenen el vacío espacio del estante de neuronas.
En la alacena de los días se avista un frasco de alma sin contenido,
una insípida mermelada, un tarro de miel cristalizada en azúcar,
sepultura de un cadáver en vida atrapado en el oscuro armario
donde las manos y los ojos represan sus lágrimas cítricas.

Puede temer, debe temblar como hojarasca quien no se atreva,
quien no se arriesgue a probar a qué sabe y duele la vida.

El cuerpo que se resguarda de las ácidas gotas de lluvia,
no siente nada sobre su piel, no puede reocordar ni sufrir algún mal;
mal que se asienta en el agua podrida, en el fondo de un florero
donde nadan desordenadamente las larvas de la desazón,
prisión de perfectas rosas que luchan antes de sumergirse,
antes de hundirese en el pozo perdido.
Ya, antes de tocar fondo, habían marchitado su roja sensación,
entonces su intenso aroma lloró inconsolable su acre perfume.

No logran escuchar las almas solitarias el aleteo de las libélulas
sobre la putrefacta película de cristal que innunda el florero;
instante que los cautos no suelen observar, ni sienten vibrar,
pues no palpita en sus pechos el deseo de las hojas escritas;
en ellos vida sin existencia ¡Memoria sin archivo!


original de janos65

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