El Coco

El Coco



Un desgarbado chico se sienta a esperar por un hogar

donde las lámparas no se enciendan con malas palabras.

Ése, donde los cristales no se hagan trizas por estridentes gritos mortales,

donde las manos de los chicos sean una sola herramienta, un martillo de unidad,

¡un solo golpe!,

¡una sola voz!,

¡un par de ojos que vigilan todo!,

¡un fuerte rugido!


Un desgarbado chico corre a refugiarse de un desmembrado lar.

Huye de la ausencia de bisagras en su apellido,

de la infamia sembrada en los ojos de su calle,

del monstruo que nunca salió de su clóset

del monstruo que invadió su infancia;

el que asaltaba el cerebro virgen,

el que mostraba a cada instante sus viles garras,

el que mentía en cada palabra.

El enterrador de sueños.


Un desgarbado chico muere cada segundo estrujando su rostro con sus manos,

cuando por los ocho escalones bajaba el monstruo que robaba corazones y almas infantiles,

el que destruía autoestimas de los pequeños retoños

sin importarle el afligido y sentido coro de sus llantos.

Un chico desgarbado se escondía en un recodo helado de su alma,

rezando para no ser hallado por el coco que vivía bajo el techo de su propio hogar.



original de janos65 – juan csernath

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