Como en ese día…

Como en ese día…


Había llorado tanto aquel día.

Pero antes sería una tarde inolvidable,

un reencuentro con el cuerpo de fantasía.

Unos senos perfectos, un blanco sedoso, un hilo negro

que se colaba en mi boca y enredaba mis dientes,

y su aliento estaba ausente, y su lengua muy presente

y luego, al día siguiente lloré todo lo que pude,

lloré como nunca lo había hecho.

Como si una centena de buenos amigos hubiesen fallecidos todos juntos.

Como si mi madre no me amase, como si mi hermano menor no riese.

Como si el mundo estuviese condenado y las parcas volaran cazando almas.

Y fue en ese momento que mis ojos se abrieron, derramándose las aguas represadas.

Las aguas teñidas de engaños, las aguas manchadas de malas palabras.

Las aguas sucias repletas con falsas promesas, las aguas turbias de casas sin amores.

Las aguas verdes, pestilentes, con virus que asesina la sangre y cierra las venas.

Las aguas negras de la inocencia perdida.

Las aguas estancadas de una vida dedicada a una hermosa niña,

y lloré como nunca y más nunca he llorado como ese día.

Mi corazón se hizo calizo y se endureció un tanto, y se arrugó un tanto también

y se perturbó su latido y se hizo más lento y denso, y sordo a los sentidos.

Y lloré en esa oportunidad como más nunca lo haré.

El corazón se desprendió como una fruta demasiada madura, podrida,

y las moscas lo envolvieron en un manto negro, sordo zumbido.

Y hasta siempre, y hasta hoy, y hasta nunca llorará como en ese día.



original de anos65 – juan csernath



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