Dulces problemas

Dulces problemas

Hay algo pegado a mi cabeza,

una voz de metal me da vueltas,

sus letras son satélites de titanio orbitando alrededor de mi planeta,

su estéril superficie tiene escrito un nombre que no reconozco.

Emite una luz que no me deja brillar.

Una sombra que se multiplica y no deja de temblar,

vibra como un gato pegado a sus huesos muriendo de frío.

Un seco aliento sopla levemente sobre mis ojos,

los párpados son pesadas telas que no caen y las ventanas se quedan fijas

soportando el fuerte resplandor de una estrella perdida.

Hojas de vidrio se baten con fuerza como un reclamo de un corazón herido,

se quiebran las promesas de cristal, se propaga el sonido de una y mil quejas

y las manos sufren castigo por las migajas lacerantes de vidrio.



Hay una abeja susurrando, enredada en mi cabello con esmalte en su aguijón.

Su veneno es una lengua que se inyecta en mi saliva y corre por los túneles de mi perdón.

En la oscuridad de la miseria. En las tinieblas, la mente llama a otro insecto, ¡quiere polen!

Hay una onda chocando con los valles de mi cerebro y se adosa como una semilla amando tierra,

no crece, no hay verdor, no hay sol que ilumine aquella idea de poseer un pecado imposible.



Hay un pozo que se abre a mis pies y no caigo,

permanezco suspendido en un limbo eterno.

Bautizo mi piel en un maloliente limo negro de pantano,

atrapado hasta el cuello estoy en el fango de mis pensamientos,

no hay escape de la trampa tendida por las sombras seductoras

que con sus dedos me enredan en una telaraña de dulces problemas.



original de janos65 – juan csernath



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