El clóset del desespero
En el clóset del desespero habían trajes ingeniosos.
El de escapista era el más
usado por todos,
era tan versátil que el
mismo traje tenía cinco tallas,
pero solo era uno y quien
entraba de primero al armario secreto
podía ataviarse con el
fantástico traje y perderse en la maquinaria del tiempo,
hacia el país donde el castigo
no lo alcanzaba.
En el clóset del desespero habían tantos trajes.
Uno era brillante, diseñado con cantos de cristales,
en realidad estaba hecho de
lágrimas infantes.
Había otro de acusado, con dictamen de culpable,
era muy negro.
era muy negro.
Era un saco de carbón, hollín y sin perdón.
Con capucha, pesado y
ordinario traje,
era habitual que uno de los
cincos lo usase.
Había uno de exiliado.
Sin identidad,
sin esperanza en los
bolsillos,
era habitual que los tres
mayores lo eligieran.
Había uno de silencio.
Era blanco, sin
expresiones,
sin arrugas, sin pliegues,
ni lagrimones.
Era habitual que el tercero
enmudeciera
y se encerrara en la torre
de su invenciones.
Había uno de extravío y de
juego.
Era colorido, engañoso,
traicionero.
Era normal que el quinto con él se divirtiera.
En el clóset del desespero habían trajes ingeniosos,
muchos sin estrenarse, aún
por usarse,
pero las voces y las
amarguras
impedían que cualquiera de
los cincos,
blondos críos con futuro y
esperanzas
se vistieran de grandes
sueños.
Juan
Csernath
19.nov.
2012
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