La cámara de gas

Con sumo cuidado cerraste la puerta,

pasos sigilosos sin dejar huella.

Dos querubines dormían inocentes

fueron abandonados para siempre.

Tu suerte siempre estuvo pre concebida,

en tu cabeza desde el inicio rondó la muerte.

Tal vez nació contigo al dejar el vientre materno

y lloriquear fue parte de tu arte, practicar la muerte.



Un pequeño cuarto lleno de hornillas

fue el lugar escogido para el acto final,

el taller donde se esculpió la lápida.



Tu interés se centró en hornear galletitas,

las mismas que se entregan con una taza de té

en la siniestra hora de un funeral.

La galleta: una grande con forma de bola y peluca de estambre.

Ya no había muchas vueltas que darle, los nervios agobiaban

y la soledad ya no devoraba egos masculinos.

No convenía un cerillo, sino un gas penetrante.

Uno que llenó los pulmones de negras mariposas,

alas de calaveras alborotando sonrisas siniestras.

El gas se coló lentamente en las vías respiratorias,

así llegaste al final del camino, el túnel se oscureció

sin quemar ni una hoja de tu talentosa oratoria;

adiós…



original de janos65
juan csernath

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