Kirk- Noticia de primera plana

Kirk se había hospedado en el Hotel Ibis, en la zona de Jardim. Bajó al vestíbulo, se sentó en un sofá de color verde y tomó el periódico que estaba en una mesa. Se levantó. Se dirigió hacia la zona del buffet para desayunar. Dejó la prensa sobre una mesa. Tomó un plato blanco con el logo del hotel y se sirvió un par de croissants, mermelada de fresa, mantequilla y queso. Pidió con cortesía que le preparan un omelet de dos huevos, bien cocidos con jamón, queso amarillo, cebolla, pimentón y tomate. En un vaso sirvió jugo de naranja y regresó a la mesa. Un mesero se acercó y le ofreció café. Kirk, sin levantar la vista ni dejar de ojear la prensa, le ordenó con seguridad y educación que lo deseaba con leche condesada. Se había hecho adicto al café que probó en Buenos Aires hace unos seis meses, pero allí no entendían que era un Havanna, así que se conformó con un café con leche. Dobló el periódico para hacer más cómoda la lectura no sin antes percatarse por el rabillo del ojo que el mesero ya se había alejado. La primera plana del Folha de Sao Paulo titulaba la noticia del posible atentado contra un avión de la línea aérea Varig. Relataban cómo un hombre que se había hecho pasar por hebreo, que resultó ser de un país del medio oriente pero que aún no se establecía su nacionalidad, había colocado una bomba de mediano poder en el baño del avión, suficiente para desintegrarlo en pleno vuelo sobre espacio aéreo argentino. Ninguna organización terrorista internacional se había adjudicado la responsabilidad del potencial crimen, ni se conocía que fin perseguía el acto de terrorismo.

Kirk se preguntaba, y las autoridades brasileras también, por qué en un avión brasilero, por qué hacerlo estallar sobre espacio aéreo argentino. Luego Kirk retomó la lectura para leer más sobre el caso, aunque nadie supiera que quien desayunaba un sencillo omelet fue el hombre que salvó a 200 y tantos de pasajeros más la tripulación. La redacción señalaba que un misterioso hombre había detectado el artefacto explosivo y que el mismo había desaparecido, aún ante la atenta vigilancia de la tripulación del 737 de Varig. La nota destacaba que se presumía que el extraño individuo, el héroe anónimo, se encontraba en algún lugar de Sao Paulo, pues no se halló rastro alguno del sujeto en el Boeing ni en la lista de pasajeros. Incluso se levantaban hipótesis de que este misterioso hombre estaba en complot con el terrorista y que por alguna circunstancia desconocida había entrado en conflicto con su secuaz.

Kirk tomó un sorbo de café y pensó que ahora él también era un terrorista, que ironía, pero en fin, él no estaba buscando ser noticia ni un gran héroe, su misión era otra y sólo él la conocía.

Kirk tenía una gran ventaja oues nadie dio señas precisas sobre él. Era un desconocido de un metro ochenta, blanco. Unos decían que era latino, otros que era de origen europeo y hasta un tanto norteamericano con barba corta. Era a todas luces un hombre de mundo que se encontraba con los problemas, se los asignaban o éstos lo encontraban a él.

El mesero se acercó a la mesa para preguntar el número de la habitación pero Kirk ya se había ido. Ante la duda, se aproximó al punto de control de entrada al comedor donde anotaban a los huéspedes con desayuno incluido, pero el encargado de turno no recordaba haber visto a tal hombre. El mesero lo describió. Llevó el encargado hasta la mesa donde quedaba una taza de café limpia, pulcra, sin usar. Los cubiertos en su lugar y un vaso boca abajo, listo para ser servido. El encargado miró al hombre con un gesto irónico, hizo un ademán de locura y regresó a su puesto. Al desacreditado mesero no le quedó más alternativa que callar y seguir con su labor. Pero éste estaba seguro de algo, que allí, en esa mesa perfectamente servida, limpia, había desayunado un hombre. Se llevó la mano a su barbilla y pesándolo bien, se dio cuenta que nunca le vio la cara, y se quedó boquiabierto, incrédulo ante aquel fantasma que lo había dejado mal parado ante el superior de turno.

Cómo había sucedido esto, dónde se metió el hombre que desayunó en la mesa nueve. El mesonero acomodó la silla y descubrió el periódico, doblado, intacto. Se quedó pensativo, tomó la prensa y se la llevó. Pero el mesonero seguía preguntándose cómo había desaparecido aquel hombre sin que nadie lo viera, y cómo dejó los platos limpios como si en esa mesa jamás nadie se hubiese sentado…. – ¡Dios! – Exclamó. –Necesito un descanso–.

¿Acaso sabremos cómo desapareció Kirk?, quién sabe…

Juan Csernath
editado 16.01.2015

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