Kirk… no existen las casualidades

Kirk había llegado a la Avenida Paulista, una de las más importantes de Sao Paulo. Caminaba cerca de una estación del metro y entró en un cyber café. A través de su Black Berry le había llegado la noticia de un atentado en Rusia. No habían pasado 24 horas del intento contra el avión de Varig, y ahora en Moscú volaban dos vagones en el metro de la capital Rusa.
Kirk alquiló unos quince minutos del servicio de internet, se sacercó a una computadora y se sentó. Una linda chica brasilera se le acercó y le ofreció algo de beber. Kirk ordenó un refresco sabor a Guaraná. Consultó de nuevo su Black Berry y linkeo la página de El País de España. Un titular en grandes letras negras enunciaba “Explosiones en el metro de Moscú siembran muerte y terror”

Kirk continuó leyendo: “La primera detonación aconteció en la estación Lubyanka, cerca de la antigua sede de la KGB. La segunda en Park Kultury. La policía rusa maneja la hipótesis que podrían ser obra de terroristas suicidas…", - quiénes más podrían ser -, se dijo Kirk -La mafia rusa, no. Para qué, para aniquilar a algún molesto rival. Para eso lo secuestran y lo entierran vivo en Siberia. No, esto debe estar conectado. Es la misma cadena de acciones. Están enviando un mensaje. Debo llamar a mi contacto en Moscú y averiguar más -, terminó de reflexionar Kirk.

Cuando Kirk estaba dejando diez reales por el servicio y el refresco, un ulular de luces y sirenas perturbó aún más la transitada avenida. Kirk se levantó rápidamente y salió a la calle. Las patrullas de la policía federal se estaban deteniendo justo al frente del Cyber. El operativo era tal que parecía que iban tras Bin Ladem.

Kirk ya estaba caminando hacia a la estación del metro, como si nada sucediera, la cosa no era con él, al menos eso pensaba. Los policías se apostaron al norte y al sur de la acera, otros cruzaron la calle. Llegaron tres patrullas más repletas de oficiales. Se bajaron corriendo y entraron al Cyber para unirse a media docena que ya se encontraban adentro. Más nadie salió, más nadie entró. El oficial a cargo llamó al encargado y le preguntó si algún hombre de un metro ochenta, blanco y de apariencia extranjera había estado o seguía en el local. El encargado dudó, miró a los lados. Los clientes estaban siendo tratados con medidas de extrema seguridad. Muy asustado, el encargado contestó que no sabía de qué cuernos estaban hablando. La chica que atendía en el local, estaba detrás del encargado. Asomó su linda cara e intervino, le dijo al oficial que un hombre con esas características había salido justo en el momento que ellos entraban.

- ¡Pa fora!, - ordenó el oficial a cargo con rostro de urgencia descompuesta.

Una estampida ordenada salió a la calle. Gritó con voz fuerte y segura que dos hombres prermanecieran en el cyber, los demás, unos diez agentes, salieron raudos con las armas desenfundadas, corrieron al metro. Atravesaron la calle. Hicieron señas a los que estaban apostados al norte y al sur de la avenida. Entraban local por local, de en edificio en edificio buscando a un desconocido, y ese era Kirk, quien ató cabos rápidamente. Sabía que el revuelo era por él, porque sino para que toda la tropa salía a la calle sin ningún sospechoso detenido. El oficial a cargo tomó su radio y cuando iba a transmitir algún código policial, se tropezó con Kirk, pero claro, él no sabía quién era Kirk.

Kirk en perfecto portugués le preguntó, - ¡Que acontece!, ¡Nossa! tanta locura por um cara – El oficial lo miró y lo apartó de un empujón. Entre el corre y corre y el frenesí de adrenalina no escuchó lo que musitó Kirk. El oficial a cargo avanzó con radio en mano unos diez metros, comunicándose con su escuadrón, y se detuvo. Se congeló, el ruído enmudeció, era como si todo el entorno se redujera a ese fugaz encuentro, - ¡Nossa! - Sus ojos se abrieron como si hubiese descubierto la solución de los problemas del mundo. Intuyó, no, ¡lo sabía!, que ese descarado que se tropezó era el desconocido del avión. Giró sobre sus pasos pero Kirk ya había desaparecido en una calle repleta de policías que requisaban a los peatones, a las personas que salían de sus oficinas, a los que llegaban. El oficial pensó rápidamente que con la estación del metro bloqueada y la avenida totalmente congestionada por la acción policial, el extraño y sigiloso sujeto debería estar cerca.

Kirk estaba ya a dos cuadras de allí. Se preguntó cómo sería la cara del oficial, y con una sonrisa irónica en su rostro, una risita de triunfo seguía imaginándose al frustrado policía, seguramente encolerizado por haber dejado escapar al pájaro que fue a buscar y justo cuando picoteó su mano.

Ahora Kirk cambiaba su rostro por un gesto de intriga y de malicia. Cómo demonios la policía se olió que él estaba allí, por qué tan precisos. En la prensa no se dijo nada de él. No se dieron señas. No sabían donde se había hospedado, tal vez, sólo tal vez, alguien de la tripulación estaba enredada en el intento de voladura del avión. Era una teoría con pocas probabilidades de ser cierta, peor Kirk sabía que mientras más las teorías se alejaban de las posibilidades más estaban en lo cierto, - ¡Pero quién! -, gruñó en voz alta. Siguió caminando. Entonces metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y tocó su Black Berry. Lo miró y cayó en cuenta cómo lo habían localizado. Una imagen se materializó en su mente:

- Kirk, muchacho – recordando las palabras de un viejo jefe -¡no existen las casualidades!

Lo golpeó contra una pared, lo que para algunos transeúntes era una rabia de un loco más. Kirk revisó entre los restos del teléfono y descubrió un micro localizador GPS. Estaba dañado, pero lo guardó. Con la gente indicada podría saber en dónde se hizo, y tal vez que ruta tomó hasta llegar a su Black Berry, y lo guardó en uno de sus bolsillos - Pero cómo -, se dijo -Cuándo. Quién - Alguien lo había traicionado y muy pronto lo averiguaría. De momento su plan prioritario era salir de Brasil sin contratiempos.

Cuatro cuadras más allá el oficial seguía preguntándose cómo había desparecido tan rápido, en menos de 15 segundos, en una calle llena de policías y que ninguno de los agentes desplegados en la calle hayan visto a un hombre con las descripciones que detallaba el oficial a cargo. Dios, si existía un ángel o un demonio, ése era el hombre con quien el agente a cargo de la operación se había cruzado. - Ni Houdini -, se decía el oficial Joao Paulo Salomao, -¡Ni Houdini! -… Sabremos alguna vez cómo hizo Kirk para desaparecer tan rápido, quién sabe..

Original de janos65

Comentarios

zeus1937 ha dicho que…
Me gusta Kirk..........

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