Arcada


Aquellos días azul oscuro sobre tu cabeza
hacían que el techo de la vida fuera bajo
Los insectos pegados al cielo esperaban por ti
Querían tu sangre,
chuparla,
regurgitarla,
transformarla en una pasta viscosa
Y ellos también, arqueando, devolverían esa parte de ti que no querían de tu vida

Aquellos días azul oscuro que flotaban sobre tu cabeza
tenían móviles con pájaros negros girando sin fin
proyectando largas sombras sobre la calle de tu hogar
La textura áspera del pavimento se teñía con los graznidos de la tarde
Plumas negras eran arrastradas por el cálido viento exhalado por el sol agonizante
Él también quería expulsar de su núcleo algo que era tuyo
Devolverlo a la tierra, que las raíces lo enredaran,
que las lombrices abrieran galerías entre los secretos excretados
Cada agujero creado originaba un apagón en los recuerdos
Lo bueno se borraba,
lo malo perduraba
Sobre el techo,
nada
Sobre la palma de la mano,
nada
En el pecho,
un latido de nada
En los labios,
un sabor a nada
Nada de aquellos días,
más que el azul oscuro revoloteando sobre tu cabeza
En los pasos la dejadez de la soledad
En la soledad la compañía del silencio,
perfecto compañero que solo quiere estar y ya
Va a dónde vayas sin quejarse, sin pedir nada a cambio
En una arcada devolviste todos esos años de aislamiento
En una arcada desechaste toda la rabia

Entre tanta gente,
entre tantas voces,
entre tantos gritos,
solo

Siempre viviste apartado de todo para estar tomado de la mano de la nada
En aquellos días los insectos volaban a tu alrededor
y los pájaros hambrientos los cazaban
Ahogaban sus zumbidos en los picos filosos y negros
Palabras que nunca se dirían
Oraciones ahogadas entre la garganta y la lengua
Apenas un murmullo muerto,
un quejido sin aliento
En las tardes un nombre se asomaba en tu corazón
Unos ojos se cerraban,
un llamado no respondido
En las tardes el porche era un desierto
Un teléfono al lado, nadie te llamaba
De cualquier forma nadie te preguntaba cómo estabas
Para qué, existías como un mueble más alimentándose del polvo
o más bien el polvo destruyendo lo que tenías que mostrar
y en el fondo de esa montaña de partículas,
tu corazón latiendo con fuerza, haciendo vibrar el sucio montón

Aquellos días azul oscuro eran tuyos,
nadie más los miraba,
nadie más se fijaba
El techo bajo de la vida
con los bichos pegados aleteando,
amenazando con levantar vuelo y dejarte
Esos insectos pegados al cielo esperaban por ti
para succionar tu sangre,
para alimentarse,
para regurgitarla,
para devolverla en una pasta viscosa
porque tampoco querían algo de ti

Tú permanecerías acuclillado en los días azul oscuro
Empequeñeciéndote hasta desaparecer
Hasta que tu presencia, prescindible, se desvaneciera
y volara al azul oscuro para unirte a los bichos pegados al techo

Juan Csernath
5 de junio 2012

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