Hombres que impiden
Hay hombres que nacen para impedir.
Tal vez sea porque sus corazones vienen taponados
con placas de grasosa envidia.
Hay hombres que impiden,
hay muchos,
tantos,
demasiados con el espíritu desalmado
que la vida deja de pintar sonrisas.
Hay hombres que impiden
que dos labios se fundan en un sueño,
que dos lenguas se enreden en el fondo de las
gargantas rosas,
que los cantos de sirena seduzcan un conjunto de átomos,
que impiden que estallen en billones de estrellas
brillantes.
Hay hombre que impiden,
perversos,
malos,
macabros,
despiadadamente malvados.
Hombres que nunca en su vida soñaron,
ni imaginaron algo más que sus narices
ni pensaron que un lápiz estaba repleto de oraciones.
Hay hombres cargados de poder con el deseo de
aplastar
y hombres destinados, resignados, a ser pisoteados.
¿Pero hasta cuándo?
Hay hombres que nacen para impedir
que en la vida de otros se despliegue el anuncio de “felicidad”
en llamativo color,
vibrante neón de sangre.
Estreno de una alegría marfil
tan grande,
que el sol palidezca ante tal escena de júbilo.
Pero no, hay hombres en las esquinas
con la tarea de impedir
la noble intención que algunos tienen
de soñar,
de ejercer la libertad…
¿Pero hasta cuándo?
Juan Csernath
4. marzo.2013
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