Yo soy



Permítanme presentarme:
yo soy el que de niño soñaba solo,
sentado sobre un cielo de granito.

El que corría con los atletas de sus dedos
en competencias de olimpíadas imaginarias.

Soy el que rompió el récord en 1976,
en la primavera glamorosa de Montreal,
bajando del podium el vanidoso récord
de los cien metros planos.

El que albergó ovaciones de mudos espectadores
sentados en fantasiosas sillas,
en unas gradas que solo existieron por unas horas.

Soy el que abrió un libro espectacular de deportes
y saltó a su piscina,
en la cual casi me ahogué
chapoteando en el agua de papel,
tragando los átomos de sus letras y números.

Una vocal, en ese entonces,
trabajaba como salvavidas,
me ayudó a respirar.
Abrió mi boca
y comenzó a enseñarme su sonido;
aspiré entonces más fantasías
que alimentaron mis ganas
de jugar en soledad.

Yo soy el que en una Navidad
tuvo en sus manos troncos de colores,
alejado en un bosque
donde un pino gigante
con luciérnagas de colores
entre sus espinas,
guiñaban señales para mí.

En una sala donde se apagaron todas las luces.
Donde las voces se acostaron muy temprano.

Solo un sol a mi alrededor
me protegió de la oscuridad,
mientras sembraba tacos de madera que crecían,
y éstos derramaban pétalos
y hojas
que les brotaban detrás de sus puntiagudas orejas.

Yo las recogía con el rastrillo de mi mano,
y al chasquear mis dedos
las quemaba en una pila funeraria
de la cual salía una fumarola en espiral,
una columna de humo
que de mí se despedía:

¡a dormir!
¡a dormir!
es tiempo de devolver
a tu soledad a su cama.

Yo soy ese,
y mucho más.

Juan Csernath

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